Presentación

De naturaleza doble. Nací en la Ciudad de México pero también lo hice en un poblado de la mixteca alta oaxaqueña. Por eso siempre soy dos (basta que vean mi cuerpazo, pues, son dos en uno). Y así mi alma escindida está condenada por siempre a la ambigüedad, a la ambivalencia y al doble sentido.

jueves, 13 de marzo de 2008

El futbol va sin acento

El futbol va sin acento (porque este Dr. no es argentino, aunque quisiera) y no es sólo un juego de táctica y estrategia, sino es en algunos puntos, un arte, pero las más de las veces es simple y cruenta muestra de pasión. El panbol está inmerso en una red de simbolismos y códigos, dentro y fuera de la cancha.

Cierto día fui invitado a un partido por una noviecita, pero aunque no lo crean no estaba totalmente convencido de mi asistencia, porque iba a ir su padre, o sea, mi papá-suegro. Nunca he sido un novio modelo, más bien siempre he sido el modelo del anti-novio, del anti-galán, de la pinche anti-materia. Constantemente he tenido relaciones conflictivas con los padres de “mis” novias, las cuales se pueden contar con los dedos de mi mano, o mejor dicho, las recuento, las enumero y las recuerdo con mi mano.

Aunque compartíamos los mismos colores y defendíamos la misma playera, aquel suegro era un amargado, de esos que se la pasan chingando todo el partido, haciendo hincapié en los errores y nunca en los aciertos. Por ejemplo, cuando se anotaba un gol a favor, emitía una sentencia como “sólo faltaba que la fallara”. Y en ese instante a pesar de tener la emoción al tope, me sumía en el sillón como si el gol hubiera sido en contra. Por tal motivo la incertidumbre de ir al partido estaba presente.

Eran ya cuartos de final y los que me conocen saben que mi equipo pocas veces llega a esa instancia y eso decidió mi asistencia. Desde que lo vi con su jeta enojada sentí que todo iba a estar en mi contra. Lo saludé y me limpié la mano disimuladamente con mi bandera, pero el muy cabrón se percató de ese gesto y pude ver como se puso rojo de coraje. Mi intención no era ofenderlo, pero cómo existe gente muy delicada en el mundo.

Después pasamos a comprar los boletos, le di mi parte a mi novia pero no ella no lo aceptó y estiró la mano hacia la cartera del suegro, lo cual no le hizo ninguna gracia. Nos sentamos en la gradería esperando que saltaran la cancha los dos equipos. Pasé mi mano sobre los hombros de mi novia y un ligero movimiento de mi cabeza logró que mi vista se topara con unas señoras nalgas de una mujer que bajaba de las escaleras en busca de sus asiento y mi suegro también tenía su vista puesta en ese mismo lugar, al instante los dos nos miramos y ante tal situación los dos optamos por hacernos pendejos.
La tarde era calurosa y tenía unas ganas insoportables de tomarme una cerveza pero no atrevía ante la presencia de mi suegro. En ese entonces aún cuidaba algunas formas. Sin embargo, el suegro le pidió a su hija que ordenara un refresco y no tres, solo uno, pensé, pinche viejo huevón a parte de tacaño, eso de huevón pronto tendría un realce importante Las cosas cada vez se ponían más tensas y esos cabrones no aparecían y ya era la hora de inicio.

Ya con el refresco de cola en la mano de mi novia, y yo con la mano en la cola de mi novia, claro con toda discreción, hablo de mi novia, mi suegro se empezó a bajar la bragueta, no si antes mirar a su alrededor. Pinche viejo depravado qué intenciones sucias tenía. Y yo que no soy nada chismoso de reojo vigilaba sus movimientos, recordándome la ocasión en que intenté hacerme una puñeta, en una alberca atascada de bañistas en una Semana Santa pasada. Sólo faltaba que sacara la reata y orinara a los de enfrente, al menos que lo hiciera con el clásico vaso de chela y al grito de “ahí les va el agua”, pero no fue así.

Lo que hizo fue sacar una bolsita de sus pelotas con algo de alcohol, para pasar la revisión de la entrada del estadio. Tomó el refresco e hizo pronto la combinación con la destreza de pocos y, antes de llevársela a la boca me la extendió, vacilé un momento y mientras me repetía, en silencio, “qué huevos de este don”, empezó a bajar por mi garganta esa sensación de refrescante calor.

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Cochinito

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