Acabamos de pasar "días de guardar"… algo así como momentos para recogernos hacia nuestros adentros… uyyy. Son días, pues, en que los católicos participan en ciertas celebraciones y obligaciones… pero mi relación con el catolicismo nunca ha sido la mejor… Dos veces reprobado en el catecismo lo avalan. Pero no me digan que no es bien complicado entender de chavito que en una persona habitan tres… ¿o no? Y ya de grande ni se diga.
Nunca he probado la carne y sangre de Cristo, a pesar de que mi tarjeta de presentación dice donde está el renglón de ocupación: “Gordito come gente”. A pesar de esto nunca he sido censurado por la comunidad católica… no ha pasado… de palabras como las siguientes… “te vas a condenar por los de los siglo en el infierno” o “tu carne arderá en el fuego infernal para siempre”.
Un día en mis años mozos mientras le daba rienda suelta al amor que me profeso, a través de mi propia mano, sonó el timbre de la casa, eran unos Testigos de Jehová, de mala gana les abrí, pues, ya casi acababa. Me extendieron la mano para saludarme… pero no me animaba dar la mía… para que vean que vean hasta donde llegan mis buenas costumbres y mi higiene… pero ante su insistencia cedí. Era un grupo pequeño, y me hablaron sobre del fin del mundo, de los últimos reyes humanos y del Reino eterno del Señor.
Y ya emocionados, del ángel caído… de la mentiras de Satanás, de que el “sistema de cosas” pronto vendría a ser destruido… pero a pesar de tales cosas yo no podía apartar la vista de una verdadero ángel que estaba con ellos… una mujercita que asentía todo lo que el otro decía con su cabecita y que sobre sus delicadas manos sostenía una Biblia… Al final me preguntaron si quería ser visitado para un “estudio bíblico”, con la única esperanza de ver una vez a esa mujer, dije que sí.
Entusiasmado esperé una semana y por fin tocaron a la casa, de buen modo abrí pero no estaba el angelito aquél, sino un tipo regordete, con un bigotito mal recortado y metido en un traje a la fuerza. Tratando de ser civilizado pregunté por “ella” y, me dijo que para evitar ciertos comentarios malintencionados sería él quien me daría el “estudio”. Pero me animó con un sonrisita al mencionarme que podría verla en el Salón del Reino, que es el lugar donde se reúnen. Una nueva dosis de esperanza llegó a mí.
Mi deseo como espíritu se posó en “ella” y, seguí dándole a la enseñanza para poderla ver. Fui un excelente alumno y después de unas semanas fui invitado al Salón. Allí la reconocí. Entre rezos y rezos, sólo la contemplaba y, al finalizar me la presentó mi “maestro”. Conversamos y me felicitó por mis avances. Después de algunas semanas ya era mi supuesta “novia”, pero no soltaba prenda (textual), me moría de ganas de agarrarla a besos y apretujarla entre mis brazos. “Ella” fue contundente, pues, no experimentaría nada de eso, si antes no me bautizaba. Chales. Allí si sentí como cierta preocupación.
Pero ni modos de echarme para atrás. Además sólo era meterme en una alberca de hule y recibir el Espíritu Santo, nada más, un poco de agua para bajar la calentura. Y así fue. “Ella” a la distancia me observaba orgullosa y feliz. Yo metido en la alberca apretando los dientes y cuando me echaron el agua sobre la cabeza, las cual estaba helada, grité… “ayyy virgencita de Guadalupe”. Aún tiritando de frío todos bajaron la vista desilusionados y escuché “todavía no está listo”. Y allí mismo tiré la toalla y me quedé sin novia y sin religión.
Nunca he probado la carne y sangre de Cristo, a pesar de que mi tarjeta de presentación dice donde está el renglón de ocupación: “Gordito come gente”. A pesar de esto nunca he sido censurado por la comunidad católica… no ha pasado… de palabras como las siguientes… “te vas a condenar por los de los siglo en el infierno” o “tu carne arderá en el fuego infernal para siempre”.
Un día en mis años mozos mientras le daba rienda suelta al amor que me profeso, a través de mi propia mano, sonó el timbre de la casa, eran unos Testigos de Jehová, de mala gana les abrí, pues, ya casi acababa. Me extendieron la mano para saludarme… pero no me animaba dar la mía… para que vean que vean hasta donde llegan mis buenas costumbres y mi higiene… pero ante su insistencia cedí. Era un grupo pequeño, y me hablaron sobre del fin del mundo, de los últimos reyes humanos y del Reino eterno del Señor.
Y ya emocionados, del ángel caído… de la mentiras de Satanás, de que el “sistema de cosas” pronto vendría a ser destruido… pero a pesar de tales cosas yo no podía apartar la vista de una verdadero ángel que estaba con ellos… una mujercita que asentía todo lo que el otro decía con su cabecita y que sobre sus delicadas manos sostenía una Biblia… Al final me preguntaron si quería ser visitado para un “estudio bíblico”, con la única esperanza de ver una vez a esa mujer, dije que sí.
Entusiasmado esperé una semana y por fin tocaron a la casa, de buen modo abrí pero no estaba el angelito aquél, sino un tipo regordete, con un bigotito mal recortado y metido en un traje a la fuerza. Tratando de ser civilizado pregunté por “ella” y, me dijo que para evitar ciertos comentarios malintencionados sería él quien me daría el “estudio”. Pero me animó con un sonrisita al mencionarme que podría verla en el Salón del Reino, que es el lugar donde se reúnen. Una nueva dosis de esperanza llegó a mí.
Mi deseo como espíritu se posó en “ella” y, seguí dándole a la enseñanza para poderla ver. Fui un excelente alumno y después de unas semanas fui invitado al Salón. Allí la reconocí. Entre rezos y rezos, sólo la contemplaba y, al finalizar me la presentó mi “maestro”. Conversamos y me felicitó por mis avances. Después de algunas semanas ya era mi supuesta “novia”, pero no soltaba prenda (textual), me moría de ganas de agarrarla a besos y apretujarla entre mis brazos. “Ella” fue contundente, pues, no experimentaría nada de eso, si antes no me bautizaba. Chales. Allí si sentí como cierta preocupación.
Pero ni modos de echarme para atrás. Además sólo era meterme en una alberca de hule y recibir el Espíritu Santo, nada más, un poco de agua para bajar la calentura. Y así fue. “Ella” a la distancia me observaba orgullosa y feliz. Yo metido en la alberca apretando los dientes y cuando me echaron el agua sobre la cabeza, las cual estaba helada, grité… “ayyy virgencita de Guadalupe”. Aún tiritando de frío todos bajaron la vista desilusionados y escuché “todavía no está listo”. Y allí mismo tiré la toalla y me quedé sin novia y sin religión.